El gran error de los padres al comprar un nuevo caballo a su hijo

El gran error de los padres al comprar un nuevo caballo a su hijo

Es un clásico aunque cada vez más extendido: padres que compran a sus hijos un supuesto caballo “mejor” que el que ya tenían. A veces aconsejados por el profesor del hijo y otras por iniciativa propia, se da el paso de adquirir ese nuevo caballo que supuestamente “es necesario si se quiere que el niño siga progresando”.


Veo muy lógico que un padre o una madre quieran lo mejor para sus hijos, pero como en tantas otros asuntos de la vida, las buenas intenciones no bastan por sí mismas para conseguir lo que pretenden.

Este artículo puede que no guste nada a ciertos profesionales que se dedican al comercio de caballos, pero aunque dichos profesionales no quieran verlo, ese círculo vicioso del vender a las bravas caballos a padres incautos y confiados, atenta contra sus propios intereses puesto que son muchos los alumnos que se quedan por el camino debido a que las situaciones creadas en torno al caballo comprado no suelen acabar bien, y muchos de estos padres terminan frustrados, sintiéndose engañados y alejándose de la hípica. Es pan para hoy y hambre para mañana, y eso que no entraremos a hablar de aquellos jinetes que se dedican a engañar vendiendo caballos con resabios y lesiones ocultas que saben camuflar perfectamente y a veces, y lo cual es más triste aún, con la connivencia de ciertos veterinarios.

Creo además necesario tratar los temas de este artículo en defensa de la buena Equitación, la coherencia y el futuro del deporte hípico, frente a la tendencia rápida y del atajo traicionero (para el propio niño) que supone comprarle a un niño un caballo que sabe hacer de todo, para que el niño simplemente, tenga más posibilidades de ganar, cuando a un niño, lo que se le debe ofrecer es que tenga muchas posibilidades de aprender y disfrutar, ambas cosas a partes iguales, y en el caso de estos niños a los que se le compran supercaballos, ni disfrutan por lo general, ni se le inculcan los aprendizajes más importantes. Los niños, ya tendrán tiempo de ganar. A su edad, es más importante disfrutar y aprender, que no ganar. Y por supuesto, otra cosa muy importante y que a ningún padre se le pasa por la cabeza: LOS NIÑOS DEBEN APRENDER A PERDER. En la vida, incluso para las personas de más éxito a nivel deportivo o de cualquier otro campo, las derrotas están a la orden del día, por lo que si queremos inculcar a los niños que deben ganar a toda costa, no harán más que sufrir varapalos de los que no sabrán sacar aprendizaje alguno, puesto que solo les inculcó el ganar como única opción.

Hagámonos una pregunta:

¿Qué enseñanza se le transmite a aquel niño al que se le compra un caballo de más prestaciones para que supuestamente tenga más posibilidades de ganar?

Respuestas, varias posibles, y ninguna de ellas aporta nada de valor a un niño:

_Que en la vida todo se obtiene con dinero

_Que el esfuerzo lo hagan otros (los padres pagando, el caballo haciendo lo que otros jinetes le han enseñado…), y no el propio niño

_Que las cosas en la vida caen así como así

_Que solo importa ganar, no el proceso de aprendizaje que supone el increíble trabajo poder llegar a tener opciones de ganar.

Ya sé que la idea es poder darle al niño más oportunidades de ser más competitivo, de que pueda montar un caballo mejor que le enseñe más, y todo eso, pero es que sucede justo lo contrario. Si aspiramos a que el niño se convierta en alguien que sea capaz de aspirar a lo máximo por sus propio esfuerzo, eso se consigue precisamente con caballos normales, e incluso me atrevería a decir que con caballos mediocres y que estén por debajo de la calidad del resto de caballos con los que tenga que competir. ¿Por qué? Porque con el caballo normalito hay que esforzarse al máximo para conseguir unos mínimos.

Veamos qué suele suceder cuando los padres compran este tipo de caballos a sus hijos:

1_ Primera consecuencia y más inmediata: el niño no valora el caballo nuevo. Pasa de montar un caballito normal y corriente a montar un super caballo de competición cuyo valor en euros y en prestaciones deportivas no es asumible por la mente del niño. Él solo ve que de repente aparece un caballo al que le dicen ha de montar a partir de ahora. Y ahí que lo suben. Pero con esta adquisición, el niño no ha tenido que hacer ningún esfuerzo, y para él lo mismo es que se lo regale el padre, se lo traiga el Ratoncito Perez o Papá Noel: aparece y punto. ¿Y qué pasa con la mayoría de cosas que traen los Reyes…? Que en poco tiempo, los niños dejan de prestarle atención. La razón es sencilla: no han tenido que hacer ningún esfuerzo para conseguirlo y saben que en poco tiempo papá y mamá aparecerá con otra cosa…

Después nos quejamos de que los niños de hoy carecen de “cultura del esfuerzo”. Y es que paralelamente al caballo, al niño se le da también un tlf móvil o una Tablet de última generación, toda lo ropa y zapatos que demanda su entorno social, etc. El niño tiene montones de cosas sobre las que no ha tenido que hacer absolutamente nada para que estén en su poder. Es imposible que sea mínimamente consciente del valor que implican todas las cosas que literalmente posee.

2_ La presión que se arroja sobre el niño. Hay padres que hacen desembolsos económicos muy fuertes en caballos para sus niños. Y eso les lleva a esperar una serie de resultados que los padres creen deben ser proporcionales a los euros que han gastado en el caballo.

Esta presión, que puede ser más o menos aguda en según qué casos, es en cualquier caso siempre percibida por los niños, y eso lleva a que muchos dejen de disfrutar de la hípica, y más tarde, dejan de montar y se alejan de los caballos porque lo asocian a la presión impuesta por sus padres para montar y obtener resultados. Conozco varios casos de estos, y son realmente lastimosos, puesto que eran niños y niñas con un gran talento hípico y mucho amor al caballo, pero la presión de sus padres era tan acuciante, que no pudieron más y terminaron apartándose del caballo porque no soportaban más la presión.

3_ La mayor de las veces a estos niños se le compran caballos totalmente sobredimensionados para el nivel de Equitación y el físico que poseen los niños: caballos con clase (reactivos), con movimientos y reacciones que no siempre van a gestionar bien, de manejo más complicado…al final, el niño empieza a coger miedo, el caballo se da cuenta y no responde tan bien como parecía cuando el niño lo montó las primeras veces, etc. El resultado: el niño pierde las ganas por montar, el caballo va pasando más horas en la cuadra y cada vez se pone más fuerte, por lo que el niño lo sabe y empieza a buscar excusas para no montarlo, para finalmente, dejar de montar del todo. El caballo termina siendo cedido o vendido por un bajo precio porque el padre se lo quiere quitar de encima. Conozco tantos casos de estos…

4_ Se pierde el foco en lo más importante: que EL NIÑO APRENDA BUENA EQUITACIÓN Y SE DIVIERTA Y CREZCA EN UN ENTORNO TAN MARAVILLOSO COMO PUEDE SER EL DE LOS CABALLOS, eso sí, si le libra de toda esta presión que se crea con el supercaballo de turno y el forzarlo a competir. Al niño se le inculca exclusivamente una cierta técnica para que pueda aprovechar (si es que es capaz) el potencial del caballo recién comprado. Pero no se le enseña a mejorar el que ya tenía antes, que si bien podía ser un caballo más mediocre deportivamente, pero le habría permitido esforzarse más para aprender a sacarle el máximo partido, mejorando ambos, caballo y jinete. Es mucho más importante de cara al futuro deportivo – y personal – que un niño aprenda a conocer en profundidad un caballo más normalito, a entrenarlo de manera que no se lesione y que vaya a más con el tiempo. Eso se llama: CRECER JUNTOS, y hacerse más fuertes el uno al otro.

5_ El circulo vicioso empieza y no tiene fin, y el niño se ve inmerso en medio de esta rueda. Primero un pony, después un pony más grande, después un caballo, después otro mejor… y en muchas ocasiones, niños llorando desconsolados porque su caballo de repente ha desaparecido y en su lugar hay otro. El padre, madre o entrenador solo ofrece como respuesta “es lo que hay si quieres progresar”, pero al niño se le rompe el corazón y se le enseña a que debe endurecerse en pro de su “futuro deportivo”, pero lo único que se consigue es mitigar su empatía.
Cuántos de esos niños a los que se le compraron buenos caballos han seguido compitiendo a día de hoy? ¿Qué fue de ellos? ¿Qué fue de esos caballos? Muchos de esos niños han dejado de montar, muy pocos consiguieron ganar algo, y los caballos, casi siempre, van de mano en mano sin un futuro halagüeño.

Pasa en todas las disciplinas, y en todas nos encontramos esas frases estereotípicas pronunciadas por padres y madres. Por ejemplo, en salto, las más típicas son:

-“mi hijo/-a tiene que estar corriendo ya el 1,30”

-“es que con el penco que tiene es imposible que haga nada, hay que buscarle un caballo nuevo ya”

Y otras frases similares, que no hacen sino denotar las ideas y creencias que se han arraigado en esos padres, que ponen el foco en que su hijo gane o logre saltar determinadas alturas, pero nunca pensando en el aprendizaje y disfrute del niño.

Y en doma, tres cuartos de lo mismo:

-” mi hijo/-a tiene que subir de nivel de reprisse ya…”

-“necesita un caballo nuevo ya porque con este los jueces nunca le puntúan bien…”
Padres que solo quieren resultados, pero que nunca les ves decir:

“Me gustaría que mi hijo disfrutara una barbaridad en todo lo que hace con su caballo”, o por ejemplo “estaría bien que mi hijo aprenda de verdad lo que implica la responsabilidad de tener un caballo, que aprenda primero a valorarlo, a quererlo y después a entrenarlo para que se hagan más fuertes y más felices el uno al otro”.

¿Os imagináis que la hípica estuviera llena de padres que pensaran y hablaran así? La hípica sería un deporte fantástico, no habría tantos caballos locos ni lesionados y sobre todo, TENDRÍAMOS NIÑOS MUY FELICES Y CONTENTOS, y que cuando llegaran a mayores, harían de sus hijos también unos seres felices y plenos.

¿Es una utopía lo que propongo? No lo creo, porque además es más barato. Se trata de gastarse menos dinero en caballos, aprovechar mejor los que ya tenemos y prestar más atención a los niños y hacerlos a todos, mejores.

Mi recomendación, como decía antes, es justo la contraria: que los niños monten caballitos muy normales y hasta mediocres. ¿Por qué? Porque aprenderá todo lo contrario de los efectos nocivos que hemos enumerado antes, es decir:

_Aprenderá a cuidar a su caballo, pues sabe que le te tiene que durar, y además, si quiere obtener un buen resultado en competición, habrá de ser a base de tesón, talento y continuidad. Creo que estos valores son mucho más interesantes que no todos los efectos subsiguientes que acarrea la compra de un supercaballo nuevo, y que enumerábamos más arriba.

Sí eres padre o madre y estás leyendo este artículo y te sientes identificado con lo anterior porque le has comprado a tu hijo un supercaballo, además de maldecirme en este momento, si has conseguido leer hasta aquí, déjame que te recomiende algunas sugerencias que podrían ayudar a enmendar bastante el error cometido.

_Enseña a tu hijo el valor de las cosas mediante las tareas hípicas del día, que no se limite a montar su supercaballo y punto. Que sea él quien lo atienda, que lo cepille y le coloque el material, asee la cuadra y limpie el estiércol que pueda haber y dejarle la cama o el prado limpio y aseado. Que le limpie los cascos bien, y que haga igual con todo el equipo después de usarlo.

_Que aprenda a calentar bien su caballo a la cuerda, y a enfriarlo. Que no se limite a la clase, sino que aprenda bien que su caballo no es una máquina en la que se sube para dar una clase y después competir y punto, sino que es un animal enormemente complejo, y que mientras mejor lo conozca y lo atienda, mejor se portará su caballo con él.

_Que lo saque a pasear del ronzal, a comer hierba, y que pasen tiempo juntos. Que sea consciente que tiene en su caballo un compañero de vida, alguien que si él le ayuda a tener una vida de caballo más plena, él le va a devolver la ayuda multiplicada por mil.

En definitiva, que el niño aprenda que los caballos no llueven del cielo, que ha tenido la inmensa fortuna de que sus padres le ha comprado un caballo pero que lo que este puede proporcionarle no tiene precio alguno y jamás en la vida habrá dinero que pueda comprar lo que su caballo puede darle. Si el niño llega a ser consciente de todo eso, creo que las cosas, irán por mucho mejor camino, especialmente, para el propio niño.
Información tomada de: Tomás Mateo.com

Author: Alejandra Navas

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