El manejo es una parte importante de la doma. En el buen manejo el caballo ha sido enseñado a estar atento a las intenciones de quien que le sujeta, y no el manejador pendiente de los caprichos de aquél.
Aunque parezca una simpleza, la educación del caballo comienza desde abajo, con el jinete pie a tierra. La diferencia entre un caballo “manejable” y otro que no lo es, no es irrelevante. El primero nos hace la vida fácil y agradable, mientras que el segundo nos la complica. Un caballo mal educado revierte casi todas las tareas, haciendo que se enreden y necesiten ayudante y la mayoría de las veces nos obliga a asumir riesgos innecesarios. No debemos olvidar que el peso de un caballo mediano oscila entre 450 y 500 kilos, y esta masa no es conveniente que se mueva de forma descontrolada. Además de las acciones que el caballo, como cualquier ser vivo, puede tomar contra nosotros, como patadas, cabezazos o mordiscos.
Signos de buen manejo
El buen manejo se convierte en buenas costumbres, que se traslucen en todas las tareas de la rutina diaria, especialmente en:
– El herraje.- Se deja levantar manos y pies sin oponer resistencia, no decide bajar a toda costa cuando se cansa o aburre, no se “acuesta” cargando el peso sobre el herrador y no tira patadas.
– La limpieza.- Se deja cepillar y aguanta el tipo aunque sea algo cosquilloso en algunas zonas. Permite que le esquilemos sin asustarse del ruido de la maquinilla eléctrica. Entra y sale de la ducha con facilidad.
– Las curas.- No recibe al veterinario como si fuera el monstruo de la bata blanca, y se muestra confiado con las situaciones nuevas. Se deja abrir la boca cuando le liman los dientes y no se asusta de la vibración del torno.
– La suelta.- Del box al cercado y viceversa, el caballo ha de caminar sin adelantar al cuidador, y sin que haya que tirar de él. En el prado se deja coger.
– El trabajo a la cuerda.- El caballo mantiene un ritmo constante, sin acelerarse compulsivamente en un tramo concreto del círculo. Tensa ligeramente la cuerda para que el círculo tenga radio constante, sin asustarse de algo externo que lo envía hacia nosotros siempre que pasa por dicha zona.
– En el box.- Nos cede el lugar al entrar. No manotea, ni escarba, ni da rodillazos contra la puerta. Cuando vamos a sacarlo del box para ensillarlo, no nos da la grupa.
– Ensillar.- Entra y sale del vestidor y está cómodo atado a dos vientos. Tanto al ensillar como al desensillar, se mantiene tranquilo sin girarse.
– Montar.- Permite que montemos y desmontemos sin necesidad de ayudante y sin moverse. Permanece tranquilo, tanto si montamos por el estribo, como de salto o con alguien dándonos el pie.
– En el embarque.- Se deja situar en posición, frente a la rampa y permanece relajado y calmado hasta que se le ordena embarcar. Sube caminando activamente y no perezosamente, ni de salto. Al llegar a destino no se impacienta queriendo bajar ansiosamente, sino que espera con tranquilidad su turno de bajada.
– En viaje.- Se mantiene tranquilo tanto si rodamos como si toca parar. No se apalanca contra el lateral, ni da patadas en cuanto nota la menor variación.
Podemos decir que existe una correlación clarísima: buen jinete y caballo con buenos resultados en competición, implica manejo correcto y fácil; mal jinete y caballo que arrastra eliminaciones frecuentes, implica casi seguro, problemas de manejo. La razón es la desconfianza y falta de respeto del caballo para con su jinete, que se extiende a todos los ámbitos. El buen manejo se asienta en la confianza del caballo en el buen hacer del jinete, y en el orden, que progresivamente se va trasladando a todo aquello que desde abajo proponemos.
El mal manejo
El mal manejo produce caballos desobedientes y caprichosos. Hay por tanto un feed-back que se vuelve contra el mal jinete. Cuando más se nota el mal manejo realizado con anterioridad en otro centro ecuestre, es al mover el caballo con cabezada de cuadra, pues al quedar menos controlado estamos más desarmados respecto a sus intenciones. En el manejo influyen la amplitud o deficiencia de las instalaciones, así como el tipo de disciplina deportiva practicada: no es lo mismo practicar horse-ball, que doma clásica o salto. También el carácter del caballo.
Situaciones de peligro
Con caballos mal educados, el manejador debe estar muy atento, pues las situaciones que entrañan peligro se incrementan. A veces de ser atropellado; Otras muchas de ser coceado. Las patadas suelen estar en la frontera entre acciones voluntarias e involuntarias; los cabezazos suelen ser involuntarios, mientras que los mordiscos suelen ser voluntarios, por no decir con premeditación y alevosía.
Las situaciones de peligro más comunes, son:
- Llevando el caballo del diestro se asusta de algo que ocurre a su derecha, y nos pisa o atropella. Se corrige con codo derecho alto y agresivo que usamos para protegernos y manteniendo la cabeza del caballo a nuestra altura. Debe marchar recto o ligeramente incurvado a la izquierda, hacia nosotros.
- Al comenzar a dar cuerda, se gira rápido y lanza un par de patadas con botes.
- Al soltar el caballo en el prado, se anticipa y comienza a galopar o dar botes antes de que desabrochemos el mosquetón. Nunca se debe llevar un dedo metido en el mosquetón porque estaría en serio peligro. Los mosquetones hípicos no tienen agujero. Los más peligrosos son los mosquetones de escalada, porque el dedo entra sólo por el lado ancho y luego, si el caballo da el tirón, no sale por el lado estrecho.
- Entrar a dar pienso a caballos sueltos en un cercado pequeño también puede entrañar peligro. Sin darnos cuenta nos vemos en medio de galopadas y mordiscos de liderazgo y podemos ser involuntariamente atropellados. Mejor llevar en una mano el pienso y en la otra, una fusta larga para hacernos respetar.
- Un entero se aproxima a otro caballo y se huelen. De olerse al manotazo hay un par de segundos y los manotazos pueden ser igual o aún más peligrosos que las patadas.
- El caballo nos gana la mano y escapa. En cuanto nos sobrepasa y comienza a galopar, es muy probable que lance una patada. La única manera de controlar un caballo tan mal educado, es torcerlo “ganando su cara”; es decir, no permitiendo que su cabeza se aleje de nosotros
- Quitar los protectores traseros o los de viaje tiene peligro potencial de recibir una patada. Siempre se debe avisar al caballo hablándole y acariciando cerca de la zona interesada. Nunca debe ser sorprendido.
- Resulta peligroso poner o quitar un trabón a un caballo pateador, en su plaza de camión. También conlleva riesgo pasar bajo los cuellos cuando se ha producido un percance o reventón y los caballos se encuentran excitados.
Punto de equilibrio en el sometimiento
Algunos desean que su caballo “no haga nada extraño nunca”, pero ese objetivo nos aparta del éxito deportivo, porque los caballos de gran calidad suelen tener mucha personalidad y algunas veces “genialidades”, mal que nos pese. Si el criterio prioritario es que nunca haga nada extraño, terminamos eligiendo un animal muy tranquilo sin prestaciones deportivas. La solución no está en renunciar a la excelencia, sino en elegir un caballo con calidad y “buena cabeza” (o sea, con voluntad de colaboración), y en domar bien, desde abajo y desde el principio, para conseguir un manejo fácil y con mínimos riesgos.
La doma desde arriba, está claro, también afecta al manejo. Es preferible potenciar nuestra equitación para conseguir montar mejor y que no nos afecten los contratiempos que puedan presentarse, que recurrir a una doma excesivamente sometedora que anula al caballo y hace que sienta que tiene que pedir permiso hasta para respirar.
El sometimiento en la doma vaquera, tantas veces puesto como ejemplo, resulta difícil, por no decir imposible en la equitación deportiva de salto. Buscamos el respeto a la mano y también el respeto a la pierna que caracterizan la doma vaquera, pero con menos hierro (en boca y talón) y sin respuesta explosiva. Preferimos un caballo atento pero no tan ansioso por cumplir, porque necesitamos que crea que él es quien decide, y que por sí mismo, es capaz de hacer lo que hace.
No pretendemos dejar las riendas colgando, irnos, y que el caballo quede quieto en el sitio. Pero sí pretendemos que camine activo y con calma, sin atropellarnos, cuando hay que caminar. Y que pare a nuestro lado, cuando nos detengamos. Que no se asuste y que se mueva relajado y colaborador en todas las situaciones citadas anteriormente. El punto de equilibrio es que esté en respeto, pero sin tener miedo.
Que sepa su obligación y la cumpla, pero sin ansiedad y sin que lo considere algo impuesto, sino algo natural como la vida misma. Comenzó disfrutando ingenuamente de nuestra compañía, en los primeros pasos y ha de finalizar como un buen combatiente que acepta de buen grado la disciplina y a la vez sigue sintiéndose libre. Y no debemos defraudarle. Por eso la obediencia no puede ser impuesta por la fuerza. Es más bien el resultado de un proceso educativo largo y paciente, de flexibilidad con algunas cosas menores y firmeza con las importantes, a partes iguales.
Signos de mal manejo por parte del jinete
- Atar el caballo a cualquier sitio que no sea una anilla; como la rama de un árbol, la batiente superior de una puerta o el reparo de un salto. Aún peor si se ata con las propias riendas.
- Poner la brida y después, en el patio, tratar de colocar la montura o los protectores sin ayudante que sujete al caballo
- Tener caballos sueltos con montura puesta; Intentar levantarle un pié sin atarlo y sin ayudante.
- No recoger estribos cuando le llevamos caminando del diestro, o tener la montura puesta sin cinchar.
- Dar cuerda con cabezada de cuadra y sin tralla.
- Mantener un caballo entero atado en zona de paso (para evitar riesgos, el entero debe estar en el box, trabajando o dentro del camión).
Consecuencias del mal manejo
- Aprovechando su mayor masa, el caballo, como si se tratase de un perro consentido, nos arrastra
- Va pendiente de las zonas verdes, bajando la cabeza para comer lo que pilla. Aprovecha la proximidad de árboles o setos para mordisquear sus hojas
- Si marchamos sobre zona arenosa trata de revolcarse
- Intenta rascarse con aristas o salientes que encontramos en nuestro camino
- Al bajar la rampa del transporte aprovecha la inercia para trotar, obligándonos a correr con él hasta que decide parar
- Come cuero o intenta morder los equipos de los caballos vecinos y a éstos últimos, si están a tiro. Rechina los dientes contra la chapa, cuando está atado al lateral del camión
- Cuando se encuentra atado, escarba y termina con las manos en un agujero
APUNTES
En la cuadra
– La colocación y ajuste de equipos se realiza en el vestidor. A falta de éste, en el box. El caballo siempre atado con su cabezada de cuadra, y mejor a doble viento.
– El orden normal es: limpieza, colocación de montura y pecho-pretal, gancho y grasa en los cascos, y después, protectores.
– La brida es lo último en ser colocado, antes de sacar el caballo para ser montado.
En ruta
– Llevamos cabezada de cuadra ligera, y quitamos la brida o no, según duración de la parada, pero nunca atamos con las riendas, que quedarán rizadas y pasadas por el ahogadero.
– El caballo ensillado, cuando está parado, debe estar en respeto, esto es, en posición de firme y esperando instrucciones. Si come hierba teniendo puesto el hierro, se llena la boca de verde, mancha después a todo aquel que toca y puede resultar peligroso el cabezazo de subida.
Sin educar
– El caballo como un niño malcriado, cada vez quiere más cosas, sin importarle cómo nos afectan sus acciones. Nos vemos avasallados por su mayor masa corporal.
Sometimiento excesivo
– Bien por búsqueda de respuesta instantánea o bien por deficiencias y miedos del jinete, se practica una doma excesivamente severa. El caballo está ansioso por cumplir, pero pierde la iniciativa. Más que un colaborador, tenemos un esclavo.
Equilibrado y domado
– Está en respeto sin tener miedo. Acepta la disciplina y nuestro liderazgo, y a la vez sigue sintiéndose libre. Respuesta inmediata sin alterarse.
Texto: José Mª Vázquez Goyoaga
Fotos: Ángel Yuste
Fuente: Revista Ecuestre©
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