Los caballos poblaron el continente americano en tiempos remotos, tal y como acreditan vestigios arqueológicos. Pero se extinguieron hace unos diez mil años por causas desconocidas. Su historia en el Nuevo Continente volvió a comenzar con la orden de los Reyes Católicos de mandar a sus nuevas posesiones veinte caballos y cinco yeguas. Estos animales llegaron a la actual República Dominicana en el segundo viaje de Cristóbal Colón, que zarpó de Cádiz el 25 de septiembre de 1493.
Las diecisiete naves al mando de Colón partieron de Andalucía para trasladar a los artesanos necesarios para desarrollar los nuevos territorios ultramarinos. Entre otros se contaban labradores, curtidores, tejedores, carpinteros o herreros que viajaron con sus herramientas: azadas, palas, sillas de montar, arados y aparejos de todo tipo.
Los colonos tendrían a su disposición los caballos, vacas, ovejas, mulas, burros y cabras que viajaron en esa segunda expedición de Colón. Los reinos hispanos llevaron al Nuevo Mundo el patrimonio cultural hispano del siglo XV, que era un compendio de todo lo que aportaron los griegos, romanos, árabes, judíos y visigodos que se asentaron en la Península.
Todos los historiadores coinciden en que la conquista de América fue posible gracias a los caballos, cuya presencia en los campos de batalla causaba pavor a los aztecas, incas y otros pueblos autóctonos. Los que viajaron en la segunda travesía de Colón eran equinos de las marismas del Guadalquivir, poco vistosos y de pequeña alzada, pero bien adaptados a los espacios naturales que se encontraron en América, como las pampas argentinas o las grandes praderas del Medio Oeste estadounidense.
Desde la actual República Dominicana, algunos equinos pasaron a Cuba y años más tarde saltaron al continente. Los que poblaron las grandes llanuras norteamericanas llegaron desde México con la expedición de Juan de Oñate. La cultura del caballo hispana se llevó a América con todos sus derivados, como el rancho y la hacienda de ganaderos, la silla de montar y el vaquero, con sus zahones y espuelas.
El vaquero andaluz que cruzó el océano se transformó en el charro mexicano, el gaucho argentino o el cowboy estadounidense. Con el tiempo, algunos caballos huyeron a los montes y se asilvestraron. Muchos fueron domesticados por tribus indias.
Foto principal: la llegada de Hernán Cortés a México, de Diego Rivera, mural del Palacio Nacional en la capital del país, 1936.
Información tomada de: xlsemanal.com
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