Miles de niños y adultos con discapacidades hacen equinoterapia en el país. Sin embargo, la actividad no está regulada a nivel nacional y pocas obras sociales y prepagas la cubren. Un grupo de 200 centros de equinoterapia busca que se implemente una ley nacional para cambiar esto.
Francisco tiene 18 años y le apasionan los caballos. Cuando tenía un mes y medio de vida, sobrevivió a un paro respiratorio que le causó un daño neurológico severo. Después de varios estudios, los médicos determinaron que Francisco sufría de parálisis cerebral, y que era probable que nunca pudiera caminar ni levantar la cabeza por sí solo. Pero casi dos décadas después, y a pesar del diagnóstico, Francisco camina, levanta la cabeza, y anda a caballo dos veces por semana.
La primera vez que Francisco se subió a un caballo fue cuando apenas tenía tres meses. Luego del paro, los médicos le hablaron a su madre sobre los beneficios de la equinoterapia, y cómo el tratamiento podría ayudar a Francisco a mejorar la postura, adquirir la marcha, y ubicarse en el espacio.
“La equinoterapia le cambió la vida”, dice hoy Elena Cataldi, mamá de Francisco.
Tras ver el impacto que la equinoterapia tuvo en Francisco, Cataldi creó en el 2005 la Fundación de Equinoterapia del Azul, en Salta. La fundación se dedica a la rehabilitación de personas con diferentes patologías, particularmente niños con parálisis cerebral, autismo y otras discapacidades severas, mediante el uso terapéutico del caballo y su entorno.
Hoy en día, la fundación atiende a más de 90 personas, y es una de las 200 instituciones de equinoterapia del país que están impulsando una Ley Nacional de Equinoterapia. A pesar de que 8 provincias ya han sancionado leyes provinciales de equinoterapia, a nivel nacional todavía no existe una ley que regule la actividad, la reconozca como un método terapéutico válido, y por ende la incorpore al Plan Médico Obligatorio de obras sociales y prepagas.
“La equinoterapia mejora mucho la calidad de vida, desde el punto de vista motor, social y emocional. ¿Cómo no voy a querer que más chicos como Francisco puedan acceder a este tipo de terapia?”, dice Cataldi.
Los orígenes de la equinoterapia se remontan a la Antigua Grecia, cuando los caballos se utilizaban como apoyo terapéutico para personas con patologías incurables. En la edad moderna, la equinoterapia se desarrolló a mediados del siglo XX en Alemania, Austria y Suiza como complemento a la terapia física tradicional, luego expandiéndose a Estados Unidos y Canadá.
En Argentina, la práctica comenzó en 1978 de la mano de María de los Ángeles Kalbermatter, fundadora de la Asociación Argentina de Actividades Ecuestres para Discapacitados (AAAEPAD). A los 27 años, Kalbermatter fue diagnosticada con cáncer y sufrió una amputación de la pierna derecha. Fue durante su recuperación que descubrió la equinoterapia.
“Vi que en otros países se usaba la equitación como terapia, pero acá no había nada de eso”, cuenta Kalbermatter, que ahora organiza actividades de equinoterapia en el Hipódromo de Palermo y en Campo de Mayo, en la Provincia de Buenos Aires. Allí asisten más de 900 chicos con diversos tipos de discapacidad, ya sea sensorial, física, o mental.
Es una tarde fresca de otoño en el Club Hípico La Horqueta, en San Isidro. En uno de los corrales de equitación, Iñaki se encuentra tomando su clase semanal. Arriba de su caballo, practica su postura, canta canciones, y cabalga de espaldas. Cada vez que pasa en frente de sus padres, que lo observan desde fuera del corral, les manda besos por el aire.
Iñaki tiene 4 años y nació con síndrome de Down. A sus 2 años, empezó a practicar equinoterapia a recomendación de sus médicos para mejorar su equilibrio, postura, y tono muscular.
“Además de todos los beneficios físicos, Iñaki generó un vínculo muy especial con los animales. A la segunda clase ya se había subido al caballo. Le encanta”, dice Alejandra, la mamá de Iñaki.
La equinoterapia se basa principalmente en tres principios terapéuticos: la transmisión del calor corporal del caballo, los impulsos rítmicos y la cadencia de paso equivalentes a los de la marcha humana. A través de distintas actividades sobre el caballo, los pacientes mejoran su postura, equilibrio, y habilidades motrices. Además de los beneficios físicos, expertos en el tema también notan importantes beneficios psicológicos y emocionales.
“Enseñamos a los chicos a cuidar al animal, a interpretar su estado de ánimo. Se genera un vínculo emocional”, dice Celeste Álvarez, instructora de equinoterapia de Iñaki. “Además se genera un autoestima que es fundamental para los chicos que tienen una discapacidad. Los niños pueden pasar situaciones difíciles de discriminación con otros chicos en el colegio. Pero arriba del caballo somos todos iguales”.
Todos los pacientes que practican equinoterapia junto a Iñaki son derivados por sus pediatras, médicos de cabecera, o neurólogos.
Jimena Lupo, licenciada en terapia ocupacional y supervisora de equinoterapia, explica que dependiendo de la patología y edad de cada chico, se arma un plan personalizado en conjunto con el equipo de rehabilitación de cada paciente. En vez de ser una terapia aislada, se trabaja de manera interdisciplinaria y complementaria con el equipo de terapias tradicionales.
Aunque no haya números oficiales, se estima que miles de niños y adultos con discapacidad alrededor del país usan la equinoterapia para complementar otras terapias tradicionales. Sin embargo, solo en 8 provincias (Salta, Tucumán, Mendoza, Chaco, La Pampa, Chubut, Río Negro y Santa Fe) es una actividad regulada y es cubierta por las obras sociales provinciales.
En el resto del país, a falta de una ley que reconozca la equinoterapia como un tratamiento válido y la incorpore en el Programa Médico Obligatorio, las obras sociales no están obligadas a cubrir los costos de este tipo de terapia.
Según Cataldi, quien impulsó el proyecto de ley en Salta en el 2016, uno de los obstáculos más grandes es el costo que conlleva la actividad.
El precio de una sesión de equinoterapia puede costar entre $470 y $800 la media hora, dependiendo del tipo de centro y su ubicación. La mayoría de los niños hacen este tipo de terapia por lo menos una vez a la semana, lo que implica un costo mensual mínimo de $1.880-$3.200.
“El costo de mantenimiento de la equinoterapia es muy alto. La mayoría de los centros que hay a nivel país somos organizaciones sin fines de lucro. Tenemos muchos chicos becados, pero hay otros que no podemos becar y que no pueden entrar porque la obra social no los cubre”, cuenta Cataldi.
Otro de los grandes obstáculos es la falta de evidencia científica que determine de manera definitiva los beneficios de la equinoterapia. Entre 2006 y 2016, se publicaron 156 investigaciones biomédicas sobre la equinoterapia alrededor del mundo. Sin embargo, muchos expertos concuerdan que estos estudios no proveen evidencia conclusiva sobre la efectividad de la práctica. Esto también impacta en la disposición de las obras sociales para cubrir los costos de la equinoterapia.
A sus 7 años, Martina practica equinoterapia hace casi 3 años. A pesar de que su obra social le cubrió el tratamiento los primeros dos años, este año dejó de hacerlo.
“Nos llegó una carta de la obra social diciendo que no iban a cubrir más la equinoterapia y recomendandonos que haga kinesiología porque está comprobado que ese tipo de terapia funciona”, cuenta María Victoria Andrade, la mamá de Martina.
Actualmente, hay 3 proyectos de ley nacionales que esperan ser tratados en el congreso para que chicos como Francisco, Iñaki y Martina puedan acceder a la equinoterapia a través de sus obras sociales.
Además de instituir la equinoterapia como un método terapéutico y complementario de terapias tradicionales, estos proyectos buscan reglamentar la actividad.
“Hay centros que trabajan muy bien, con la infraestructura y el equipo adecuado. Pero necesitamos que haya un ente regulador a nivel nacional que asegure que la actividad se norme y se regule”, dice Cataldi, que es la impulsora de uno de los proyectos.
En marzo de este año, la senadora nacional de Río Negro, Silvina García Larraburu, presentó por segunda vez el proyecto de ley S-394/18 para implementar un Programa Nacional de Equinoterapia que busca “establecer un marco normativo e institucional” y “reconocer el valor terapéutico, biológico, psíquico y social de la equinoterapia”.
En el 2016, el proyecto llegó a la comisión de salud pero no fue tratado. Desde el despacho de la senadora aseguran que hasta ahora no ha habido oposición política hacia el proyecto, pero que es esencial que las organizaciones involucradas y la ciudadanía se movilizen para demandar el tratamiento parlamentario del proyecto, que actualmente espera ser tratado en la comisión de salud.
Con este fin, los centros de equinoterapia alrededor del país lanzaron en las últimas semanas una campaña en redes sociales con el mensaje “Argentina necesita una #LeyNacionalDeEquinoterapia”. Para acompañar la campaña, la Red Nacional de Equinoterapia lanzó una petición en Change.org que ya lleva más de 18.000 firmas.
Al mismo tiempo, el Club Hípico La Horqueta está llevando a cabo un trabajo de investigación junto a la Organización Mundial de la Salud (OMS) para evaluar de manera cuantitativa los beneficios de la equinoterapia.
“La idea es brindar evidencia científica que demuestre que la equinoterapia funciona y que es un tratamiento integral que brinda posibilidades en un ambiente ajeno a los centros de salud”, dice Valeria Moletto, especialista en neurodesarrollo e investigadora de desvíos del desarrollo para la OMS. “Vamos a ir documentando el progreso de un grupo de chicos con parálisis cerebral y autismo y presentar la evidencia a la OMS para que de una vez se pueda generar una ley nacional”.
información tomada de: redacción.com.ar
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